Textos Bíblicos MISTERIOS DOLOROSOS

Primer misterio Doloroso: La oración de Jesús en el Huerto (Lc 22, 39-48)

39Salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. 40Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en tentación». 41Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba 42diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». 43Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. 44En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. 45Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, 46y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en tentación». 

Segundo misterio Doloroso: Jesús es azotado atado a la columna (Mc 15, 6-15).

6Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran. 7Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. 8La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre. 9Pilato les preguntó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». 10Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. 11Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. 12Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?». 13Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». 14Pilato les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Ellos gritaron más fuerte: «Crucifícalo». 15Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.  

Tercer misterio Doloroso: La coronación de espinas (Mt 27, 27-31).

27Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: 28lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura 29y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!». 30Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. 31Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. 

Cuarto misterio Doloroso: Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario (Jn 19, 16-18).

16Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, 17y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), 18donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. 

Quinto misterio Doloroso: La crucifixión de Jesús (Lc 23, 32-46).

32Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. 33Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte. 35El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». 36Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, 37diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». 38Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». 39Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? 41Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». 42Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». 43Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». 44Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, 45porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. 46Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró.